La lectura:
Artículos
Por  Rafael Villate Mejía
Cursos de lectura:
lecturaeficaz.org
wp25574f81.png

wpc1b800a2.png

wp355dcd82.png

wp3e882a82.png

wp02a3b9e3.png

wpacb14ffa.png

wp3cb73323.png

wp2b3093bb.png

wp0be37652.png


LA LECTURA: EL MOVIMIENTO DE LOS OJOS

Rafael Villate Mejía
Bogotá, Febrero 19, 2011


Cuando lee, el ser humano no dirige la mirada en forma continua a lo largo de una línea. El movimiento de los ojos se da en pequeños saltos discontinuos que han sido denominados «saccades» (término tomado del francés que significa ``sacudidas´´  o ``tirones´´).

Al final de un salto la mirada reposa sobre una palabra. Este punto se denomina «de fijación» o «de enfoque». Este es el momento en el que vemos las palabras. Durante la traslación de un punto a otro, el ojo no puede leer (2.01).

Alrededor del punto de fijación podemos ver con claridad unos 8 caracteres a pesar de que el alcance total del abanico de visión puede ser de 12. A partir del primer límite mencionado las palabras pierden nitidez, viéndose más borrosas a medida que se alejan del centro.  Más allá del segundo límite (12 caracteres) las palabras no se pueden reconocer (2.01).

Según algunas fuentes, el reposo del ojo dura entre la tercera y la quinta parte de un segundo (2.02 A). Otros investigadores han observado variaciones mayores (2.07). Durante este período el lector identifica la palabra y la relaciona con las anteriores para comprender el mensaje. Cuando no puede reconocerla a «golpe de vista», gasta este tiempo únicamente intentando descifrarla. Algunas veces la observa desde diferentes puntos y probablemente regresa a ella después de leer otras para asegurar su comprensión (2.02 B).

Los movimientos que hacen los ojos hacia atrás en el texto para releer palabras o para buscarlas cuando se han omitido en una primera lectura se denominan «regresiones». Suelen ser saltos cortos y repesentan entre un 10 y un 15% del total de «saccades» (2.03).

La práctica de la lectura ayuda a identificar las palabras con rapidez. Al lograrlo, se reducen las regresiones y aumenta la velocidad. Adicionalmente, la familiaridad con la «forma» de una palabra permite reconocerla con mayor facilidad aunque aparezca borrosa, aumentando así el alcance efectivo de la visión. Esto es similar al reconocimiento que hacemos de un amigo que se aproxima antes de que su cercanía nos permita apreciar cada detalle de su rostro con claridad. Nuestra mente se basa en algunas características del rostro y de las palabras, para presentarnos una imagen mental completa. El lector orienta su atención visual hacia la periferia del abanico sin necesidad de buscar otro punto de fijación. Así amplía su alcance, aunque no más allá de una o dos palabras adicionales (2.04).

La afirmación anterior nos indica que es exagerado afirmar que un buen lector puede captar frases enteras en una sola fijación o que se pueden entrenar los ojos para ampliar varias veces el abanico de visión. No existen estudios que respalden estas aseveraciónes (2.05) y por tanto carecen de validez científica.

Aquí vale la pena una nota aclaratoria. Un lector sin experiencia tiende a desplazar la mirada de una palabra a la siguiente, desaprovechando la información total que sus ojos reciben gracias al abanico de visión y a su familiaridad con el vocabulario. Aunque ésta última sea suficiente, le parece que hay que enfocar palabra por palabra para leer bien. Nada más lejos de la realidad.

Cuando conversamos con alguien, captamos el sentido de lo que dice aunque no estamos pendientes de cada una de sus palabras (2.06). Lo mismo debe suceder al leer un texto. Nuestro objetivo es entender el flujo de las ideas. Esto se logra con mayor facilidad asimilando grupos de palabras que términos independientes. Cuando el abanico de visión nos ha entregado grupos, así sean pequeños, mal haríamos en ignorar esta información ya recibida para empezar cada vez de nuevo con el vocablo siguiente.

Cuando se trabaja laboriosamente leyendo sílaba por sílaba y palabra por palabra, es común que para lograr el mensaje completo de una línea o de una frase el lector deba regresar al principio y repetir su lectura. Esta clase de regresiones, más largas que las que ya hemos mencionado, se convierte con el tiempo en un hábito que demora innecesariamente el proceso, produciendo cansancio y frustración.

Al aprender a asimilar los grupos que nos entrega la mirada, estamos recorriendo cada línea de escritura con mayor velocidad. Esto no solamente ahorra tiempo. También reduce la fatiga y, sobre todo, nos permite captar con mayor facilidad las ideas. . Al proceder con rapidez a lo largo del párrafo, utilizamos mejor la memoria de corto plazo en la asociación de lo nuevo con lo que ya conocemos. Es decir, mejoramos la comprensión y la memoria.


Algunas cifras complementarias

El tiempo que dura una fijación es variable de persona a persona y también para una persona determinada. Depende, entre otros factores, del estado de concentración, del conocimiento del vocabulario y de la dificultad relativa del texto, es decir, de la familiaridad del lector con el mismo. En términos generales, como ya lo hemos dicho, la duración de la fijación es menor para un buen lector que para un principiante. Se han observado variaciones entre 100 y 500 milisegundos o más, con una media de 225 milisegundos para una fijación de 8 letras (2.07).

Para un buen lector el número de fijaciones por línea es menor porque tenderá a reconocer más palabras por punto, dependiendo de los factores ya mencionados (concentración, vocabulario y dificultad relativa del texto).

La longitud del salto (saccade) varía también en función del vocabulario y de la dificultad del texto. Normalmente oscila entre 8 y 15 caracteres. La duración de estos saltos depende de su longitud. Son relativamente veloces y toman entre 30 y 50 milisegundos (2.07).

El número de regresiones debidas a dificultades en el reconocimiento de vocablos y a fallas en la memoria de corto plazo que conducen a defectos de comprensión del mensaje es, por supuesto, menor en los buenos lectores. Hemos mencionado en párrafo anterior que en un caso común el 15% de saltos oculares (saccades) son regresivos. En la práctica, nuestra experiencia es que este porcentaje puede ser mayor para lectores de baja capacidad. El estudiante de bachillerato y el adulto que comienza nuestros cursos tiende a hacer regresiones, no solamente cada pocas palabras y cada línea o frase, sino al terminar algunos de los párrafos y páginas. El esfuerzo por identificar las palabras correctamente tiene como consecuencia este enorme costo de tiempo y esfuerzo, así como una incidencia directa en la baja comprensión y memoria de lo leído.



Notas y referencias

2.01 Una buena presentación de las investigaciones sobre la mecánica de la visión se encuentra en «Fluency in silent reading» por Stanford E. Taylor, Taylor Associates/Communications Inc., NY, 2006, documento en formato PDF de 38 pgs. Las cifras que utilizo son tomadas de las pgs. 14 («4. Perceptual accuracy and word recognition automaticity»)  a 20 de este estudio. Concuerdan, en términos generales, con diferentes fuentes consultadas. Una edición de este documento, aunque diferente a la que yo utilicé, se puede encontrar en:
                   http://www.gio.co.za/Documents/FluencyInSilentReading.pdf

2.02 A)  Stanford E. Taylor, ver 2.01. Esta cita corresponde a datos dados en la tabla de la pg. 20 (pg. 21 de la segunda versión mecionada).

2.02 B)  Idem, pg. 15 (pg. 16 en la segunda versión mencionada).

2.03 «Handbook of Psychology: Experimental Psychology» edited by Irving B. Weiner, Alice F. Healy, Donald K. Freedheim and Robert W. Proctor, John Wiley and Sons, 2003. Part 7, Chapter 20, pg. 558. Este capítulo fué escrito por K.Reiner, A.Pollatsek y M.Starr. Puede leerse en Google Books.

2.04 Stanford E. Taylor, op. cit., pg. 18.

2.05 Stanford E. Taylor, op. cit., pag. 17.

2.06 Este argumento fué presentado por Robert L. Zorn en su libro «Speed reading», Barnes & Noble, 1980, pg. 110.

2.07 Keith Rayner, «Eye movements in reading and information processing: 20 years of research», Psychological Bulletin, The American Psychological Association, Inc., 1998, Vol. 124, No. 3, 372-422. Los números que utilizamos en estos párrafos sobre duración de las fijaciones y saccades aparecen en las páginas 2 y 5 de este artículo. Puede leerse como HTML en Google buscando el nombre del artículo.